lunes, 16 de agosto de 2010

RHYTHM AND BLUES

Tengo una teoría: todos tenemos un ritmo.

Tampoco voy a inventar la pólvora afirmando esto pero lo que me anima a teorizar es el esfuerzo que hay que hacer a veces para ser conscientes de ello. Me explico: yo tengo mi propio ritmo, el mío, innato, particular, el que me caracteriza. Así, mi ritmo no es ni mejor ni peor que cualquier otro, simplemente es el mío, el que me define, me acompasa y me armoniza. Ser consciente de el ritmo que nos sintetiza no es fácil, entre otras cosas porque a veces además cambia dependiendo del momento vital que tengamos entre manos, por eso a veces me esfuerzo (porque me esfuerzo) en averiguar a qué ritmo ando. Una vez que intuyo por donde voy llega la siguiente fase: transmitir esa cadencia que simplemente habla de mí (largo y tendido eso sí) y permitir subirse a ella, porque los ritmos son para compartirlos ¿para qué si no?. Ahora claro, acoplarse al compás de otra persona (y cuando digo otra persona me refiero a cualquiera, desde pareja hasta la compañera de trabajo o el vecino del quinto) aunque tan sólo sea por unos minutos también es difícil... ¿cómo cambio MI ritmo? ¿cómo renuncio a él y lo transformo para que encaje con el tuyo? ¿cómo hago para saber en qué ritmo andas tú? ¿cómo sé que tú estás intentando hacer lo mismo? pero conseguirlo, sincronizarse, acompasarse con alguien... conectar al fin y al cabo, merece la pena. Saber que no vas ni dos pasos por delante ni por detrás, sino que estás ahí, en el presente de otra persona…Es entonces cuando todo parece que funciona bien, que las cosas son así porque tienen sentido y una tiene sensación de armonía por todos los lados, y sobre todo la certeza de que siempre, siempre, merece la pena cambiar el ritmo para poder ir juntos.




1 comentario:

juanjo dijo...

Yo me apunto a compartir ritmo contigo en una orquestilla de terraza de verano con cañitas y risas. Así es fácil sincoparse.