martes, 31 de agosto de 2010

jueves, 26 de agosto de 2010

"seguro que sí, tú confía"

"La última vez que vieron él se fue llorando mientras pensaba que ya no la iba a volver a ver más. Ella sentía como una mano le apretaba la garganta y tuvo que respirar hondo unas cuantas veces aquella mañana para no echarse a llorar también y así poder continuar trabajando sin llamar la atención. Atrás quedaban cuatro meses de relación, una relación que empezó con dudas y recelos por parte de él y con muchos tanteos y paciencia por parte de ella para, a medida que pasaba el tiempo, ir abriéndose poco a poco, conociendo ella su historia vital, haciéndola reir él a carcajadas, alegrándose cuando ambos notaban que todo iba bien, y con mucha preocupación ante la mínima posibilidad de retroceso... Cuando aquel día se despidieron él dijo "seguro que ya no te volveré a ver nunca" mientras se limpiaba los ojos a lo que ella, haciéndose cargo de la situación como podía le dijo "seguro que sí, tú confía"...""

Esta semana al cubrir una incidencia fuera de mi puesto habitual de trabajo actual volví a encontrame con él en el mismo lugar en el que él me había dicho adios y yo hasta luego. Fue a curarse como siempre, y como siempre también, salí a buscarlo a la puerta de la consulta. Cuando me vió dijo "esta cara ye conocía" y al momento supo que era yo "ves cómo nos íbamos a ver otra vez" le dije mientras nos abrazábamos... La herida de la pierna va algo peor, pero él sigue siendo el de siempre, con su sonrisa y sus chistes, con su historia (tuve el honor de que la compartiera conmigo una mañana de invierno) y su presente... Mientras lo curaba otra vez (esta vez sin ninguna duda por su parte, y sin ningún tanteo por la mía) me preguntó "¿y mañana también vienes? ¿no vienes? Entonces seguro que esta vez sí que no nos volvemos a ver más...."

Confío en que la vida nos vuelva a juntar porque aunque nunca fue a la escuela aprendí muchísimo de él y me motivó a intentar ser mejor enfermera, con esa sencillez suya, su no quejarse nunca y su eterna sonrisa, a pesar de todos los reveses de la vida. A sus 76 años planta cara a la soledad todos los días y además no permite que nadie se compadezca de él y yo, por supuesto, tampoco lo hago... a mí simplemente, cura tras cura, me robó el corazón.



lunes, 16 de agosto de 2010

RHYTHM AND BLUES

Tengo una teoría: todos tenemos un ritmo.

Tampoco voy a inventar la pólvora afirmando esto pero lo que me anima a teorizar es el esfuerzo que hay que hacer a veces para ser conscientes de ello. Me explico: yo tengo mi propio ritmo, el mío, innato, particular, el que me caracteriza. Así, mi ritmo no es ni mejor ni peor que cualquier otro, simplemente es el mío, el que me define, me acompasa y me armoniza. Ser consciente de el ritmo que nos sintetiza no es fácil, entre otras cosas porque a veces además cambia dependiendo del momento vital que tengamos entre manos, por eso a veces me esfuerzo (porque me esfuerzo) en averiguar a qué ritmo ando. Una vez que intuyo por donde voy llega la siguiente fase: transmitir esa cadencia que simplemente habla de mí (largo y tendido eso sí) y permitir subirse a ella, porque los ritmos son para compartirlos ¿para qué si no?. Ahora claro, acoplarse al compás de otra persona (y cuando digo otra persona me refiero a cualquiera, desde pareja hasta la compañera de trabajo o el vecino del quinto) aunque tan sólo sea por unos minutos también es difícil... ¿cómo cambio MI ritmo? ¿cómo renuncio a él y lo transformo para que encaje con el tuyo? ¿cómo hago para saber en qué ritmo andas tú? ¿cómo sé que tú estás intentando hacer lo mismo? pero conseguirlo, sincronizarse, acompasarse con alguien... conectar al fin y al cabo, merece la pena. Saber que no vas ni dos pasos por delante ni por detrás, sino que estás ahí, en el presente de otra persona…Es entonces cuando todo parece que funciona bien, que las cosas son así porque tienen sentido y una tiene sensación de armonía por todos los lados, y sobre todo la certeza de que siempre, siempre, merece la pena cambiar el ritmo para poder ir juntos.